Pues sin querer seguir levantando rencores y acritudes varias, Shakespeare era el Federico Moccia del siglo XVII. No, fuera coñas. No quiero pasarme tanto de la raya, pero sí que sus historias son el cimiento puro y duro del culebrón, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Lo que quieren contarnos, más allá de que en Shakespeare y en Juego de Tronos está hecho con muchísima más elegancia, viene a ser más o menos lo mismo. Y ojo, en ningún momento estoy diciendo que que esta serie basada en las novelas de George R.R. Martin sea MALA. Simplemente me parece mediocre, sin ningún elemento (de momento) que se acerce a la excelencia. Además, el 80% de las escenas son: un personaje está en pantalla, se acerca otro, mantienen un duelo dialéctico muy fino y técnico, el que se había acercado le hace jaque mate y se pira, dejando al otro roto con sus pensamientos. Aún así, reconozco que la serie engancha, eso no se lo quita nadie. Tendrá raíces culebroneras, pero se desarrollan con más inteligencia y buen gusto de lo normal.